Adela y Juan se enfrentan a la muerte de Arturo. El día de su entierro Adela decide huir y refugiarse en su casa, dejando atrás todo recuerdo doloroso para vivir en un limbo en donde no pasa el tiempo, en donde la ausencia del hombre al que amó no se siente. Juan, en cambio, se alimenta del recuerdo de su padre, lo añora y lo recuerda. Solo Juan logrará sacarla de ese limbo y obligarla a ver el mundo, a ver como la vida retoma su curso.